Lo bueno de la envidia


Según el diccionario, la envidia tiene la siguiente definición: “Sentimiento de tristeza o enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee”. Y todos en algún momento la hemos experimentado; por ejemplo, recuerdo que una de las veces que sentí envidia en todas sus intensidades y matices fue cuando recién había fallecido mi madre y veía cómo otras mujeres convivían con las suyas. Desde luego, ese sentimiento fue desapareciendo conforme fui resolviendo el duelo y conforme regresaba una y otra vez a la emoción de agradecimiento por haber tenido a la mía así tal cual fue. 

La envidia, al igual que todas las emociones, no es que sea positiva o negativa en sí, y debemos evitar etiquetarla o sentirnos culpables por sentirla. En realidad, la envidia tiene que ver más con nuestra historia que con la persona que la despierta. Y sí es importante aprender a detectarla y a procesarla para que no se quede disfrazada de frustración o, peor aún, que la expresemos mediante la agresión a quien le tenemos envidia.

El primer paso es aceptar que la estamos sintiendo y el segundo, preguntarnos ¿qué nos hace sentir así? La respuesta será indudablemente: el otro tiene algo que yo deseo y esto me confronta con mi carencia. Ojo, puede ser lo que tiene o la forma en que lo obtuvo. La envidia también puede estar presente detrás del juicio sobre un rasgo de la personalidad o del comportamiento “indeseable” del otro: “Ay, es que es demasiado extrovertida”, en un trabajo propio de honestidad tal vez puedas reconocer que esa persona tiene algo que tú en el fondo desearías en este caso tal vez sería que esa persona no siente vergüenza ni culpa por expresar tus sentimientos o pensamientos en público algo que a ti te gustaría poder hacer.

Una vez que reconoces la envidia como algo propio identifica qué es lo que envidias para darte cuenta cuál es el área de carencia que tienes que trabajar para satisfacer tus necesidades; por ejemplo, si envidias a tu cuñado por su éxito profesional, la forma de curar esa envidia es comenzar a trabajar en perfeccionar tus propias habilidades. Después viene una acción que cuesta muchísimo trabajo, pero que es clave para progresar, y esa es reconocer verbalmente a esa persona lo que le envidias: “Cuñado, te felicito por tu éxito y tus logros profesionales” Es difícil, pero las emociones que se experimentan a partir de esto son muy sanadoras.

Por último, muy importante, pregunta a la persona en cuestión cómo le hizo para lograr eso que tú deseas y verás que en las respuestas estará una gran historia de esfuerzo o aprendizaje; en mi opinión, este último paso es la maniobra perfecta para desarticular definitivamente ese incómodo sentimiento.

Psic. Olga González Domínguez

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