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Una nueva ley: realizar evaluaciones psicológicas antes de prescribir una dieta

Subí algunos kilos, por lo que fui con una nutrióloga. Mi familia me apoyó, al principio fue difícil pero después comencé a tener mayor control, se me pasó la ansiedad por comer y empecé a disfrutar los beneficios de la dieta. La gente me felicitaba porque me veía mejor, más delgada, “¡sigue así!” me decían. Me sentía muy motivada. En un cumpleaños rompí la dieta. Todos dijeron que estaba bien. Pero al siguiente día no podía parar, me comí todo lo que quedó del pastel, fui por todas las cosas que me gustaban: boneless, sushi, helado. “Al cabo que ya me voy a poner a dieta de nuevo”. Acabé con un atracón, lo que más dolía no era el estómago sino la sensación de culpa: “¡tan bien que iba!”.  Comencé la dieta al día siguiente, y aunque me había dado un atracón, aun así perdí peso: ¡el nutriólogo me felicitó!. El viernes fui a cenar con mis amigas y pensé: “voy a romper la dieta, ¡total! No me fue tan mal, pero solo un poquito”. Comencé a comer pero no pude parar: “mañana empiezo de nuevo

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