Síndrome de la cabaña y la nueva normalidad


Así como hay algunas personas que están esperando emocionadas poder salir y retomar actividades al aire libre sin sentir temor de contagiarse, también hay personas que han desarrollado algunos estados emocionales negativos por estar en aislamiento, que tienen temor de salir a la calle y contagiarse especialmente ahora que poco a poco podremos regresar a la normalidad. Esto se ha denominado el Síndrome de la cabaña. Cabin fever o la Fiebre de las cabañas hace referencia a un estado de ansiedad, depresión o intranquilidad por haber estado largos periodos en aislamiento, confinados o en algún área remota.

Algunos historiadores hacen referencia a este término por los primeros colonos que experimentaron largos inviernos en soledad hasta la llegada de la primavera cuando ya podían salir o en navegación trasatlántica, donde estaban largo rato en sus camarotes de barco. Es importante mencionar que éste no es un diagnóstico psicológico, sino que hace referencia a un grupo de estados emocionales que se pueden presentar durante el aislamiento prolongado (más de 50 días), como es en nuestro caso. Estos síntomas incluyen: falta de paciencia, cansancio y fatiga, improductividad, desmotivación, falta de voluntad (abulia), pérdida de interés o satisfacción por las actividades cotidianas (anhedonia), tristeza o desesperanza, dificultad para concentrarse, reducción de la productividad, desconfianza y/o sospecha,  alteraciones del apetito (pérdida o ganancia de peso),  alteraciones del sueño, letargo, aislamiento social, irritabilidad, pérdida de deseo sexual.

Podríamos creer que alguien que ha presentado estos estados emocionales durante el aislamiento se sentiría emocionado y motivado de salir para romper con su ánimo negativo; sin embargo, es éste precisamente el que le impediría mantener una idea positiva de integración, no sólo a sus anteriores actividades sino a un nuevo estilo de vida que incluirá, sin lugar a dudas, convivir con el riesgo de contagio. También hay personas que, desde casa, han encontrado un punto de equilibrio, que han estrechado relaciones con su familia, que han descansado y se han adaptado, pero que ahora tienen temor de salir y romper con todas las ganancias positivas que les trajo el aislamiento social. 

Para vencer esto es importante reconocer, número uno, el miedo y las emociones que esta nueva etapa nos provoca; número dos, hablarlo con alguien, por ejemplo un psicólogo que pueda ayudarte a procesar tus emociones, a elaborar una visión saludable de tu integración social y de exposición gradual a la idea del convivio con posibilidad de riesgo, así como a trazar una estrategia saludable de consumo de información que evite una sobreexposición a noticias fatalistas. El objetivo es integrarnos sin vivir con miedo crónico, pero sin transgredir las instrucciones de los expertos.

Recordemos que estamos frente a una situación nunca antes vista por esta generación, es por eso que es prioridad el acompañamiento de los profesionales de la salud mental, para poder trascender este momento de la mejor manera posible.


Psic. Olga González Domínguez

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