El dilema de las redes sociales (segunda parte)


En la columna anterior hablamos sobre el documental de Netflix que ha causado polémica y está en boca de todos: “El dilema de las redes sociales (The Social Dilemma)”, el cual retrata el lado oscuro de las redes sociales. Y en esta columna hablaré de cómo equilibrar el uso de pantallas y redes sociales sin llegar al extremo de apartarse de la tecnología.

Para comenzar, tienes que conocer al “enemigo”; es decir, es importante que sepas de qué se trata esta lucha. No se trata de una teoría de la conspiración donde Google, Facebook, Instagram, Reddit, WhatsApp, Pinterest, YouTube, no están luchando para obtener tu opinión, están luchando para tener tu atención. La economía de la atención es la nueva moneda, es el nuevo objetivo comercial del mundo. Lo que estas compañías hacen es vender a los anunciantes el tiempo que pasas interactuando o mirando su aplicación; entre más tiempo pases ahí, estas compañías obtienen más valor y por tanto se vuelven más atractivas para los anunciantes.

Las tecnologías son herramientas súper útiles, divertidas y productivas, siempre y cuando gestiones correctamente su uso. Entonces, ¿cuál es el problema? El problema es que el mexicano pasa en promedio 4 horas diarias navegando por redes sociales y los adolescentes llegan a pasar hasta 12 horas diarias los fines de semana. Este tiempo no siempre se da en periodos continuos, se da entre actividad y actividad e interrumpe la tarea que estás haciendo en ese momento, lo cual es peligroso. No te das cuenta, pero esta fuga de tiempo te cuesta mucho dinero, tiempo, salud y oportunidades.


Aunque no compres nada a través de los dispositivos, el hecho de que no estés concentrado en tu actividad laboral merma tu productividad, tu memoria, tu capacidad creativa y las habilidades motoras. Así también sucede con tu salud física o mental y su relación con los dispositivos, del cual ya he hablado en reiteradas ocasiones en columnas anteriores y en mi libro Detox digital. 

Mientras tenemos la mirada clavada en un teléfono o en la computadora el tiempo personal se fuga y una vez que nos enganchamos en los dispositivos y nuestra atención es vendida a los anunciantes mientras nuestra vida, nuestra actividad física, nuestra concentración, nuestra vinculación con los demás, se va volando por la ventana. Por eso, entender dónde está el problema (en la gestión de nuestra atención) nos permite tomar el control de nuevo.

El primer paso hacia la solución es realizar un trabajo personal de humildad y estar dispuesto al cambio. Cuenta el tiempo que pasas diario frente a las pantallas (televisión, videojuegos, celular, tablet, computadora) y suma las horas. Te sorprenderás.

El segundo paso es recuperar el valioso recurso de tu tiempo y tu atención. Adueñarte nuevamente de ellos; para eso, hay que dar espacio correspondiente a cada una de las actividades que realizas al día. Establece zonas santuarios: espacios libres de pantallas y redes sociales, espacios donde será respetada la actividad para la cual son diseñados; por ejemplo, la recámara para dormir, la mesa para comer.



Ya en un tercer paso debes de establecer un tiempo diario para estar frente a los dispositivos. Separar tus cuentas personales de las profesionales, así como también tu número de teléfono, y establecer horarios para su uso. Una vez que logres liberar la primera hora y puedas disfrutar de los beneficios de concentrarte en alguna actividad (por ejemplo, hacer ejercicio) sin la interrupción de los dispositivos, comenzarás a sentir de nuevo la maravillosa experiencia de tener el control de tu atención.

Por último, realiza estos cambios en compañía de alguien más, un amigo o tu pareja. Te darás cuenta de que recuperar tu atención y tu tiempo no es poca cosa, que tiene un impacto profundo en todas las áreas de la vida y que vale tanto que, incluso, toda una industria multimillonaria lucha a diario para arrebatártelo.

Tomar el control es la mejor revolución que podemos hacer en este momento. “No muerdas el cebo del placer hasta no estar seguro de que no oculta un anzuelo”, Thomas Jefferson. 


Psic. Olga González Domínguez

escribeme@olgagonzalez.mx 

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